Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses, mientras Bo-Young intentaba desesperadamente mantener su fachada como estudiante de secundaria. Cada día era un desafío mayor, cada mirada, cada palabra, una amenaza latente que podía echar por tierra todo su arduo trabajo.
Con el paso del tiempo, Bo-Young comenzó a experimentar un sentimiento de pertenencia en su nueva vida. Los lazos que había formado con sus compañeros de clase eran genuinos, las risas compartidas, los secretos confiados, todo eso la hacía cuestionarse si realmente quería volver a su antigua existencia.
Pero la sombra del engaño siempre estaba presente, recordándole que su estancia en la secundaria era temporal, que una vez expuesta, todo lo que había construido se desvanecería en un instante. Y así, mientras luchaba con sus emociones encontradas, Bo-Young se vio obligada a tomar una decisión: ¿seguir adelante con la mentira y arriesgarlo todo, o revelar la verdad y enfrentar las consecuencias?
El reloj seguía marcando el tiempo implacable, y Bo-Young sabía que su tiempo en la secundaria estaba llegando a su fin. ¿Lograría salir airosa de esta situación complicada o su mundo perfectamente construido se derrumbaría ante sus ojos? El destino estaba a punto de revelar su veredicto, y Bo-Young debía enfrentarlo con valentía, sin importar las consecuencias.