Bajo el toldo de la noche estrellada, Lord Eugene Linweisen se encontraba frente al Gran Duque Ivilaron en el jardín del castillo. Una suave brisa mecía las cortinas de seda, mientras los dos hombres permanecían en silencio, con sus miradas entrelazadas en un juego de misterio y atracción prohibida.
Eugene podía sentir el corazón latir con fuerza en su pecho, un sentimiento desconocido que lo confundía y lo atraía hacia el peligroso Duque. Ivilaron, con su mirada intensa y su sonrisa sarcástica, lo envolvía en un aura de misterio y seducción que Eugene no podía resistir.
Pero, en medio de esa danza de emociones prohibidas, un susurro en la oscuridad trajo consigo la revelación de un secreto que cambiaría el rumbo de sus destinos entrelazados. Los dioses habían guardado en silencio una verdad que podría destruirlo todo, una verdad que pondría a prueba la lealtad, el amor y la valentía de ambos hombres.
Eugene y Ivilaron se encontraban en una encrucijada, donde el destino de un mundo entero reposaba en sus manos entrelazadas. ¿Podría el amor nacer en medio de la traición y el engaño? ¿Podrían dos almas destinadas a enfrentarse encontrar la redención en los brazos del otro? El reloj del destino había comenzado a moverse, desencadenando una serie de eventos que los llevaría por un camino lleno de peligro, intriga y pasión desenfrenada.