Bajo la sombra de la luna llena, Domyeong caminaba por las calles desoladas de Seolwon, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Había descubierto la verdad sobre su destino y ahora se encontraba frente a la imponente entrada del casino, donde residía Jae-Yi, el hombre que había pagado una fortuna por él.
Con paso decidido, Domyeong cruzó las puertas del establecimiento, sintiendo en su piel el peso de las miradas curiosas que lo rodeaban. Buscó con la mirada a Jae, el rey del casino, cuya figura se recortaba en la penumbra, rodeado de luces de neón.
Cuando sus ojos se encontraron, Domyeong pudo sentir la intensidad del deseo en la mirada de Jae, pero también la locura que lo consumía. Sabía que su destino estaba sellado, que para liberar a Jae de sus demonios, tendría que sacrificar su propia libertad.
En medio de la opulencia y la decadencia, Domyeong se encontraba atrapado en un juego de poder y pasión, donde las reglas estaban marcadas por la oscuridad de las almas perdidas. ¿Podría el amor florecer en un terreno tan infértil como aquel? Solo el destino lo sabía, y Domyeong estaba dispuesto a desafiarlo.