Bajo la luz parpadeante de las velas, la joven sirvienta observaba furtivamente a su joven maestro, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Había dedicado su vida a servirle, a estar a su lado en todo momento, pero algo en su mirada la hizo estremecer. Los ojos del maestro brillaban con una intensidad que nunca había visto antes, un brillo que enviaba escalofríos por su espalda.
"¿Por qué intentas escapar, si me amas tanto?", susurró el joven maestro, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. La sirvienta tragó saliva, sintiendo el miedo correr por sus venas. Había llegado el momento de la verdad, el momento en que debía elegir entre su lealtad y su propia libertad.
"Yo... yo..." balbuceó la sirvienta, luchando por encontrar las palabras adecuadas. Sabía que cada decisión tendría consecuencias, que el camino que eligiera definiría su destino para siempre.
El joven maestro se acercó lentamente, con una mirada tan intensa que era como si pudiera leer sus pensamientos. "Dijiste que morirías sin mí", susurró, con una mezcla de amenaza y deseo en su voz.
En ese momento, la sirvienta supo que ya no podía seguir huyendo. Debía enfrentar la verdad, la verdad de sus propios sentimientos y deseos. Con el corazón en un puño, se preparó para dar el siguiente paso, sin saber a dónde la llevaría su elección.