Desperté con un nudo en la garganta, el corazón latiéndome furiosamente en el pecho. En ese instante, supe que algo no estaba bien. Mis ojos intentaron enfocarse en la habitación desconocida que me rodeaba, pero todo era borroso, como si estuviera mirando a través de un velo de niebla. Intenté recordar cómo llegué allí, pero mi mente estaba vacía, como si alguien hubiera borrado mis recuerdos con brutalidad.
Poco a poco, la neblina en mi mente se disipó y el horror se apoderó de mi ser. ¿Qué era este lugar? ¿Y por qué sentía que no pertenecía aquí? Un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando finalmente recordé quién era. Yo, que alguna vez fui el príncipe heredero orgulloso de Secretia, ahora me encontraba en el cuerpo del Tercer Príncipe de Kyris, el país enemigo que llevó a la ruina a mi hogar. Me convertí en Calian, el príncipe que vivió en la sombra de su hermano mayor, un hombre al que había odiado con toda mi alma.
El cruel destino había jugado conmigo, devolviéndome la vida en el momento más inesperado y en el cuerpo de aquel a quien juré destruir. Mis manos temblaban de ira y confusión, mi mente zumbaba con preguntas sin respuestas. Pero había una certeza implacable en mi corazón: Bern, el príncipe heredero de Secretia, no se rendiría tan fácilmente ante este nuevo desafío. Enfrentaría a mi pasado, a mi presente, y forjaría un futuro que ningún destino caprichoso podría arrebatar.
El juego de tronos había comenzado de nuevo, y esta vez, la partida sería más sangrienta, más intrincada, más peligrosa que nunca.