Bajo la silenciosa luz de la librería, Tricia doblaba las esquinas de las páginas de los libros con una maestría casi ritual. Elise, con su cabello oscuro y su mirada penetrante, la observaba desde la sección de poesía. Tricia siempre había pensado que el amor era una ilusión, pero algo en la manera en que Elise la miraba la hacía cuestionarse sus convicciones.
Una tarde, mientras ordenaba los estantes polvorientos, Tricia encontró un diario antiguo escondido detrás de una pila de libros olvidados. Al abrir sus páginas amarillentas, vio su propia letra garabateada en sueños y recuerdos que no podía explicar. En cada línea, en cada palabra, parecía revivir una vida pasada junto a Elise.
Las noches se convirtieron en un torbellino de visiones y emociones encontradas. Tricia luchaba por comprender su conexión con Elise, por descubrir quién había sido en la vida de ella antes de conocerse en esta existencia. La sensación de que el universo jugaba con ellas se hizo cada vez más palpable, cada encuentro, cada roce, parecía predestinado.
En el fragor de esta confusa danza entre el pasado y el presente, Tricia y Elise se adentraron en un viaje improbable de amistad, aceptación, amor y, en última instancia, de vida y muerte. Cada giro del destino revelaba capas ocultas de sus almas entrelazadas, desenterrando secretos largamente guardados y verdades dolorosas que amenazaban con separarlas para siempre.
Elise, con su misteriosa sonrisa, y Tricia, con su corazón lleno de cicatrices, se enfrentaban a un desafío que trascendía el tiempo y el espacio. Mientras el pasado y el presente se entrelazaban en un baile mortal, tendrían que elegir entre aferrarse a lo conocido o sumergirse en lo desconocido, donde la única certeza era la fuerza indomable del amor que las unía.