En medio de un bosque encantado, la pequeña bruja Sofía se paró frente a su escoba, con los ojos brillando de emoción. Desde que era una niña, soñaba con volar alto en el cielo, como las brujas que le contaba su abuela en las noches estrelladas. Con un nudo en la garganta, se montó en la escoba y se elevó lentamente por los aires, sintiendo una mezcla de miedo y emoción recorrer su cuerpo.
El viento silbaba a su alrededor, llevándola más alto y más lejos de lo que jamás había imaginado. Pero de repente, un fuerte chiflido la sacó de su ensueño. ¡Era su amiga el cuervo, quien volaba a su lado con una mirada de advertencia en los ojos! Sofía se dio cuenta de que se había adentrado en territorio prohibido, donde habitaban criaturas peligrosas que no dudarían en atacarla.
Con el corazón latiendo desbocado, Sofía intentó hacer un giro brusco para regresar, pero la escoba parecía tener vida propia y se resistía a obedecer. En un instante de desesperación, recordó las palabras de su abuela: "Para volar, debes liberar tus miedos y confiar en ti misma". Con determinación, cerró los ojos y se dejó llevar por la intuición, liberando todo su potencial mágico.
En un destello de luz deslumbrante, la escoba respondió a su voluntad y dio un salto en el aire, esquivando por poco las garras afiladas de un dragón que surgía de las sombras. Sofía comprendió entonces que el verdadero poder no residía en la escoba, sino en su interior. Con valentía y sabiduría, logró controlar el vuelo y regresar sana y salva a su hogar, lista para enfrentar cualquier desafío que el destino le deparara.