Título: El pene de mi marido no puede entrar
El silencio pesaba en la habitación, interrumpido solo por el sonido sordo de un corazón roto. María miraba fijamente la puerta, temblando de miedo y angustia. La verdad había salido a la luz, desnudando su dolor más profundo.
Su marido, el hombre que juró amarla en la salud y en la enfermedad, yacía en la cama con la mirada perdida en el techo. Sus ojos no se encontraban, evitando el contacto con los de ella. Él, quien una vez fue su pilar, su confidente, ahora era un extraño en su propia piel.
María luchaba por comprender. ¿Cómo podía ser real lo que estaba sucediendo? ¿Cómo podía aceptar que la intimidad, la conexión más pura entre dos almas, ahora se desvanecía en la penumbra de la incertidumbre?
Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras los recuerdos de su amor pasaban como imágenes borrosas en su mente. La risa compartida, los sueños tejidos juntos, todo parecía desvanecerse en un abismo sin fondo.
En medio de la desesperación, una chispa de determinación se encendió en el alma de María. No permitiría que este obstáculo definiera su destino. Levantó la mirada, desafiante, lista para enfrentar lo desconocido. Porque incluso en la oscuridad más profunda, aún podía vislumbrar un rayo de esperanza.