El viento soplaba con fuerza en aquella fría noche de invierno, mientras el Rey de la Tierra se paraba en lo alto de la colina, contemplando el reino que una vez gobernó con mano firme. Con el recuerdo de su drama pasando como sombras por su mente, su corazón latía con fuerza recordando a la única persona que había amado en silencio.
Un ángel de sonrisa brillante, con ojos que reflejaban un dolor profundo que solo él podía ver. ¿Cómo pudo olvidar aquella primera vez que se cruzaron sus caminos? Ella, la encarnación de la salvación, detestaba la risa mientras él, en su soledad, anhelaba escucharla reír.
Los días transcurridos desde aquel encuentro estaban llenos de desafíos y giros inesperados. Secretos enterrados en lo más profundo de sus almas, motivaciones ocultas que los empujaban hacia destinos entrelazados y separados a la vez.
El Rey de la Tierra se preguntaba si alguna vez podría redimir sus errores del pasado, si podría ganarse el perdón de aquel ángel que lo había iluminado en las sombras de su existencia. Mientras la luna brillaba en lo alto, una promesa silenciosa se forjaba en su corazón: lucharía por el amor que alguna vez perdió, sin importar las pruebas que el destino pusiera en su camino.