Bajo la luz tenue de la noche, Hanyul se encontraba de pie en el escenario, con el micrófono en la mano temblando ligeramente. Sus ojos reflejaban determinación y dolor a partes iguales, mientras su voz resonaba por el local, llenando el espacio con una melodía desgarradora. Cada nota parecía contener la historia de su vida, las cicatrices de su alma, la sed de venganza.
A lo lejos, en una mesa oscura, Harold observaba con una sonrisa fría en los labios. Había descubierto la verdadera identidad de aquel cantante misterioso que lo había intrigrado desde la primera vez que lo escuchó. Sabía que era Hanyul, el mismo muchacho al que había destrozado la vida años atrás. Pero en lugar de sentir miedo, experimentaba una emoción retorcida de emocionante desafío.
Mientras la canción llegaba a su clímax, un giro inesperado sacudió a todos los presentes. Las luces se apagaron de repente, sumiendo todo en la oscuridad. Cuando volvieron a encenderse, Harold y Hanyul ya no estaban en el local. Ambos se encontraban frente a frente en un lugar desconocido, donde las sombras y la música creaban una danza macabra de destinos entrelazados.
El sonido de los cubos de azúcar resonaba en la habitación, marcando el compás de una batalla final entre dos almas rotas en busca de redención. ¿Quién saldría victorioso en esa noche de secretos y traiciones? El destino esperaba con ansias la respuesta, mientras la melodía del pasado se desvanecía en el aire, dejando solo el eco de un corazón dispuesto a todo por justicia.