El hermano de Jonathan, Sebastián, había logrado concertar una entrevista con uno de los asesinos en serie más temidos de la ciudad. Jonathan, psicólogo forense, decidió acompañarlo para brindarle apoyo emocional durante la sesión. Sin embargo, al llegar a la penitenciaría, algo en la mirada fría y penetrante del asesino, apodado El Fantasma, lo dejó helado.
Durante la entrevista, El Fantasma desviaba constantemente la mirada de Sebastián para clavarla en Jonathan, como si pudiera ver a través de su alma. Su voz, suave pero llena de un extraño magnetismo, hacía eco en la habitación, envolviéndolos a ambos en una atmósfera cargada de tensión y peligro.
Jonathan intentaba mantener la compostura, pero sentía cómo El Fantasma escudriñaba sus pensamientos más oscuros, sus miedos más profundos. Y en un momento de silencio incómodo, el asesino sonrió de manera siniestra y murmuró: "Tu mente es un laberinto fascinante, Jonathan. Y estoy decidido a explorar cada rincón de ella. Será un placer... destruirte." En ese momento, Jonathan supo que estaba frente a un enemigo mucho más peligroso de lo que jamás había imaginado.