El aula estaba en completo silencio. Fuera, los pasos arrastrados de las chicas de secundaria zombificadas resonaban por los pasillos. Los chicos se miraban entre ellos, con los corazones latiendo tan fuerte que parecía que las propias paredes pudieran escucharlos.
Diego, el valiente del grupo, se levantó lentamente y se acercó a la ventana para echar un vistazo afuera. Lo que vio lo heló hasta la médula: las chicas, con los uniformes desgarrados y los ojos vacíos, rondaban el patio en busca de carne fresca.
"¡Estamos atrapados!", murmuró Martín, el más nervioso de todos.
Pero Laura, la líder natural, se puso de pie con determinación. "No podemos rendirnos. Debemos encontrar una forma de escapar de aquí".
Fue entonces cuando Juan, el más callado, se acercó a la pizarra y comenzó a garabatear un plan audaz. Los chicos escucharon atentamente, con la esperanza de que aquel plan descabellado pudiera ser su salvación.
Mientras tanto, en el patio, las chicas zombies comenzaban a rodear el edificio, golpeando las puertas y gritando en busca de su próxima presa. La tensión en el aula era palpable, pero los chicos estaban decididos a escapar, cueste lo que cueste.
¿Lograrán burlar a las chicas de secundaria y encontrar la salida antes de que sea demasiado tarde? La respuesta estaba por revelarse en una carrera contra el tiempo llena de peligros inesperados y decisiones difíciles. La lucha por la supervivencia apenas comenzaba.