En una pequeña iglesia oculta entre los árboles del bosque, el sacerdote Antonio realizaba un ritual que dominaba como nadie más. Su don especial era traer de vuelta a la vida a los héroes mutilados en batalla, devolviéndoles la esperanza y la fuerza para volver a la lucha. Sin embargo, después de años realizando este arduo trabajo, Antonio comenzó a sentir el peso de la responsabilidad y la tragedia que lo rodeaba. Cada resurrección implicaba más dolor, más sufrimiento.
Un día, al traer de vuelta a un valiente guerrero, Antonio sintió una extraña sensación de hastío. Las súplicas del héroe ya no le conmovían como antes, su corazón estaba cansado de tanta muerte y destrucción. Así, en medio de la ceremonia, una idea descabellada cruzó su mente: ¿Y si se tomaba un descanso de los cuerpos mutilados que los héroes le seguían enviando? Antonio sabía que nunca se había hecho algo así, pero la idea de escapar de aquella rutina sombría lo llenó de una emoción desconocida.
Decidido a romper con su ciclo interminable de resurrecciones, Antonio dejó a un lado su túnica sagrada y salió de la iglesia en busca de un nuevo propósito. Sabía que su decisión tendría consecuencias, pero también era consciente de que necesitaba encontrar paz en su propio corazón antes de poder ayudar a otros. ¿Qué nuevos desafíos y sorpresas aguardaban a este peculiar sacerdote en su búsqueda de tranquilidad y redención?