En una tarde soleada en el Reino de Camelot, la diosa de la luna, Artemis, invitó a su compañero de aventuras, Emiya, a compartir una taza de té en el jardín del castillo. Mientras las rosas blancas y las amapolas rojas bailaban con el viento, Artemis miró fijamente a Emiya con ojos brillantes. "¿Sabes, Emiya?", comenzó en tono misterioso, "dicen que el destino puede ser más caprichoso que los dioses mismos".
Emiya arqueó una ceja, intrigado por las palabras de la diosa. Sin previo aviso, Artemis se puso de pie y desapareció en un destello de luz plateada, dejando a Emiya desconcertado. De repente, el entorno cambió y Emiya se encontró en un bosque oscuro y misterioso, con un aire helado que le calaba los huesos.
La voz de enigmática de Artemis resonó en su mente: "Bienvenido a mi prueba, Emiya. Aquí, tu destino se decidirá". Emiya se dio cuenta de que estaba atrapado en un desafío de la diosa, donde su valentía y determinación serían puestos a prueba como nunca antes. Mientras se adentraba en lo desconocido, Emiya sabía que su encuentro con Artemis había desencadenado una serie de eventos que cambiarían su destino para siempre.