El despertar de Tanaka Iori fue brusco y confuso. La luz brillante de la mañana se filtraba por las cortinas entreabiertas, iluminando la habitación desconocida en la que se encontraba. Intentó recordar los eventos de la noche anterior, pero solo lograba reconstruir fragmentos borrosos de risas, copas de sake y conversaciones entrecortadas.
El sonido de una respiración tranquila a su lado la hizo girar lentamente la cabeza. No podía creer lo que veían sus ojos: allí, en la cama, estaba Kuroki Mei, su colega de trabajo excesivamente correcta y distante. Ambas yacían desnudas, con apenas una sábana cubriendo sus cuerpos entrelazados.
El corazón de Iori latía con fuerza mientras intentaba comprender cómo habían llegado a esa situación inesperada. Recordaba flashes de complicidad, de risas cómplices y de miradas furtivas que nunca antes habían compartido. Las reglas que habían mantenido su relación laboral en una frialdad profesional se desmoronaban en ese instante, dejando al descubierto una conexión prohibida y ardiente que ninguna de las dos había previsto.
Entre la confusión y la sorpresa, una pregunta se abría paso en la mente de Tanaka Iori: ¿Qué significaba este encuentro para ambas y cómo afectaría sus vidas a partir de ese momento? La delicada danza entre el deseo y la incertidumbre daba inicio a un capítulo inesperado en la historia de Fusoroi no Renri, donde los secretos enterrados y las pasiones reprimidas amenazaban con desvelarse y transformarlo todo.