El último día de clases antes de las vacaciones de verano, Gameko decidió revelar su secreto a sus compañeros. Estaba harta de que la llamaran "chica tacaña" y decidió compartir la verdad sobre su situación. Reunió a todos en el patio de la escuela y, con voz temblorosa, comenzó a contar su historia.
"Siempre me han juzgado como una chica ambiciosa y tacaña, pero la verdad es que tengo que trabajar duro para pagar mi transporte. Mi familia se mudó y ahora vivo lejos de la escuela. He tenido que ahorrar cada céntimo, trabajar después de clases y los fines de semana para poder pagarme el pasaje. No es que no quiera gastar, es que debo hacerlo para poder estar aquí", confesó Gameko entre lágrimas.
Sus compañeros escucharon atentamente, sorprendidos y conmovidos por la revelación de Gameko. Comenzaron a darse cuenta de que no conocían realmente a su compañera y que habían juzgado erróneamente a una persona trabajadora y sacrificada.
A partir de ese día, la actitud de los compañeros hacia Gameko cambió por completo. La ayudaron a buscar maneras de reducir sus gastos, organizaron actividades para recaudar dinero y se aseguraron de que nunca más se sintiera sola en su lucha diaria.
La historia de Gameko no solo reveló la verdadera personalidad de la "chica tacaña" sino que también unió a todo el colegio en un gesto de solidaridad y empatía, demostrando que la amistad y la comprensión van más allá de las apariencias.