En una habitación blanca, completamente vacía, una mujer deambulaba sin rumbo. Su rostro reflejaba confusión y miedo, mientras intentaba recordar cómo había llegado allí. No había ventanas, ni puertas, sólo paredes blancas que parecían cerrarse sobre ella lentamente.
Cada paso que daba resonaba en el silencio abrumador de la habitación. Su corazón latía con fuerza en su pecho, sintiendo la opresión del lugar. ¿Cómo podía escapar de allí? ¿Qué quería de ella ese espacio sin fin?
La mujer comenzó a recordar fragmentos de su vida, retazos de recuerdos que parecían difuminarse entre las sombras de la habitación. Una sensación de desesperación la invadió, haciendo que sus pensamientos se enredaran en una maraña de miedo y angustia.
De repente, una voz susurrante se filtró en su mente, susurrando palabras de duda y desconcierto. La mujer se detuvo en seco, paralizada por el terror que la invadía. ¿Era real aquella voz o simplemente una ilusión creada por su propia mente atormentada?
Con cada segundo que pasaba, la habitación parecía cerrarse más sobre ella, como si intentara aprisionarla en su interior para siempre. La mujer sabía que debía tomar una decisión, desentrañar el misterio que la rodeaba o sucumbir a la oscuridad que amenazaba con consumirla por completo.