En un rincón oscuro de la ciudad, donde las sombras parecían cobrar vida propia, se alzaba una figura solitaria. Era Erika, la hermana menor de aquel que había sido su guía en la vida, su hermano mayor. Las palabras resonaban en su mente una y otra vez: "siempre somos lo que tenemos que ser". Pero esta noche, todo iba a cambiar. Un brillo extraño en sus ojos delataba la determinación que ardía en su interior. No había marcha atrás. Con paso firme, Erika se internó en el corazón del caos que se avecinaba. Había un destino que debía cumplir. Uno que llevaría a todos a la perdición. El reloj marcaba el inicio de una nueva era, donde las máscaras caerían y la verdadera esencia de cada ser se revelaría. El fin estaba cerca, y Erika era su instrumento. El hilo del destino se movía, tejiendo su manto de oscuridad sobre aquellos que osaran desafiarlo. Y así, con una sonrisa fría en los labios, Erika dio el primer paso hacia el abismo que aguardaba a todo aquel que se atreviera a desafiar el curso de su existencia. El juego acababa de comenzar.