A la luz de la luna, Kei se encontraba sentado en el borde de la cama, con la mirada perdida en el vacío. Había herido a Tobio, su compañero de equipo y amigo de toda la vida, con palabras hirientes durante un momento de frustración en el partido anterior. Ahora, el peso de la culpa lo consumía por completo.
Decidió enfrentar sus sentimientos y buscar a Tobio para disculparse. Sin embargo, al llegar a la habitación de este último, se quedó sorprendido al verlo allí, con los ojos enrojecidos por las lágrimas y una expresión de dolor que traspasaba el alma.
Tobio, sin siquiera mirarlo, comenzó a hablar en un tono apagado y frágil. Reveló sus propias inseguridades y miedos, mostrando una vulnerabilidad que Kei nunca antes había visto. En ese momento, Kei comprendió que la herida que había causado iba mucho más allá de unas simples palabras.
El silencio pesado se rompió finalmente cuando Tobio se volvió hacia él y dijo con voz temblorosa: "¿Cómo crees que puedo perdonarte después de lo que dijiste?". Kei sintió un nudo en la garganta, pero sabía que no podía retroceder ahora. Con determinación, se arrodilló frente a Tobio y, con voz sincera, dijo: "Déjame demostrarte cuánto lo siento y que estoy dispuesto a cambiar".
Los dos se miraron, con el corazón latiendo con fuerza en sus pechos. Esta disculpa podría ser el comienzo de algo nuevo y profundo entre ellos, algo que trascendería las canchas de voleibol y los llevaría a un terreno aún desconocido pero lleno de promesas.