En un callejón oscuro de la ciudad, Enomoto Kin-chan se preparaba para llevar a cabo su plan maestro: asesinar al empresario millonario Kaneko. Con el corazón lleno de determinación y sed de poder, Enomoto empuñó su arma con firmeza, listo para cruzar la línea que lo separaba de la niñez y la adultez.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de apretar el gatillo, una figura en la sombra surgió detrás de él. Era una niña pequeña, con ojos grandes y brillantes que reflejaban una mezcla de miedo y valentía. "¡Detente!", gritó ella con voz temblorosa.
Enomoto se congeló, sin entender cómo esta niña había logrado llegar hasta él en medio de su misión. Lentamente, la niña se acercó y le entregó un dibujo desgastado de un hombre sonriente, que Enomoto reconoció al instante como su difunto padre.
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Enomoto mientras recordaba su infancia y la promesa que le hizo a su padre antes de fallecer. ¿Podría este encuentro inesperado ser un mensaje del destino, recordándole lo que realmente era importante en su vida? Enomoto se encontraba en una encrucijada entre la ambición y la redención, y la decisión que tomara cambiaría su destino para siempre.