En un día soleado en la escuela secundaria, Nagisa se encontraba en la cancha de voleibol practicando sus saques como de costumbre. Un chico alto y atlético, con una mirada seria en sus ojos mientras golpeaba la pelota con fuerza y precisión. Parecía estar en su propio mundo, concentrado y dedicado a mejorar su técnica.
De repente, una voz suave lo sacó de su trance. Era Kao, una chica tranquila y reservada que había estado observando su práctica desde la distancia. Se acercó tímidamente y le preguntó si podía unirse al club de voleibol. Nagisa se quedó perplejo, no entendía por qué ella, que siempre se mantenía en segundo plano, quería unirse a su equipo.
Kao le explicó que había sido su hermano quien la obligó a unirse, pero que no renunciaría hasta convencer a Nagisa de unirse también. Nagisa quedó sorprendido por la determinación de Kao, algo en su mirada tranquila y decidida lo hizo cuestionarse su propia actitud hacia el equipo.
A medida que pasaban los días, Nagisa comenzó a notar la dedicación y la pasión de Kao por el voleibol. Se dio cuenta de que, detrás de su apariencia tranquila, se escondía un fuego interior que la impulsaba a luchar por lo que quería. Y en ese momento, Nagisa supo cuál era la verdadera razón detrás del repentino interés de Kao. No era solo por su hermano, sino por su deseo de no rendirse y demostrarle al mundo que ella también podía brillar en la cancha. ¿Podría Nagisa unirse al club de voleibol y ser testigo del brillo único de Kao? La respuesta estaba por descubrirse en las próximas prácticas.