Desde el primer día en que se conocieron, la presidenta del consejo estudiantil, Valeria, y su vicepresidenta, Isabel, parecían destinadas a chocar. Valeria era una líder popular, siempre rodeada de admiradores, mientras que Isabel era la perfección en persona, con su seriedad y responsabilidad a flor de piel.
Pero lo que nadie sabía era que Valeria provocaba a propósito a Isabel. Cada vez que cometía un error o ignoraba sus deberes, sabía que recibiría una reprimenda de la vicepresidenta. Y eso era exactamente lo que Valeria quería: la atención de Isabel.
Lo que Valeria no esperaba era que, detrás de la máscara de seriedad de Isabel, se escondía un alma apasionada y compleja. Con el tiempo, Valeria descubrió que la vicepresidenta no solo la reprendía por deber, sino porque en realidad se preocupaba por ella.
Y así, entre discusiones acaloradas y momentos de ternura, la relación entre la presidenta y la vicepresidenta comenzó a florecer en una danza de emociones encontradas. Valeria aprendió que a veces la atención que buscamos está más cerca de lo que pensamos, solo tenemos que mirar un poco más profundo.