El ruido de las olas rompiendo contra las rocas era lo único que se escuchaba en aquella noche estrellada. Lucas y Mateo se encontraban en la playa, con la mirada fija en el cielo, buscando la estrella fugaz que habían visto juntos años atrás. Aquella noche todo parecía posible, incluso volver a encontrar aquel cometa que los unió en el pasado.
Mateo tomó la mano de Lucas con ternura, recordando cada momento compartido, cada risa, cada lágrima. Sabía que aquella búsqueda no solo era por encontrar el cometa en el cielo, sino también por reavivar la chispa que había existido entre ellos. A medida que avanzaban por la playa, en busca de aquella estrella perdida, los recuerdos y emociones florecían, revelando secretos guardados durante tanto tiempo.
De repente, una luz brillante iluminó el cielo nocturno, haciendo que ambos detuvieran sus pasos. Era el cometa, el mismo que habían visto aquella noche mágica. En ese instante, Lucas se volvió hacia Mateo, con los ojos llenos de determinación y amor.
- No solo hemos encontrado el cometa que buscamos -susurró Lucas-, también hemos encontrado nuestro camino de regreso el uno al otro.
Y en medio de la brisa marina y la luz de aquella estrella fugaz, sellaron su reencuentro con un beso que resonó en el universo entero.