En la oficina, la tensión entre Ikeya, el tranquilo alfa, y Yuuhei, el aparentemente despreocupado omega, era palpable. Yuuhei estaba en celo, liberando feromonas que nublaban el juicio de Ikeya. En un momento de desesperación, Yuuhei le confesó a Ikeya que necesitaba un alfa urgentemente o sus síntomas no se detendrían.
Ikeya, sorprendido por la confesión de Yuuhei, luchaba por contener sus propios deseos. Sin embargo, en un giro inesperado, en lugar de ser él quien tomara el control de la situación, fue Yuuhei quien lo sorprendió al acercarse lentamente a él, con una mirada intensa y decidida en sus ojos.
"Quiero que tú lo metas", dijo Yuuhei con determinación, desafiando todas las expectativas y roles preestablecidos. Ikeya, abrumado por la valentía y la pasión desbordante de Yuuhei, se vio obligado a enfrentar sus propias inhibiciones y deseos más profundos.
En ese momento, en medio de la oficina silenciosa, dos almas destinadas a encontrarse finalmente se unieron en un abrazo apasionado, desafiando todas las convenciones sociales y entregándose al ardiente deseo que los consumía.