Bajo la luz mortecina de la luna, Colin se encontraba caminando de regreso a casa cuando un gángster lo abordó con malas intenciones. En el momento de mayor desesperación, una mano amiga se extendió hacia él, resultando ser Edwin Clark, el caballero por el que Colin había estado secretamente enamorado. Ambos se vieron envueltos en una situación escalofriante cuando descubrieron un cadáver a manos del asesino, con una piedra aún goteando sangre entre sus dedos. Edwin, con un gesto amargado, confesó haber actuado por amor hacia Colin, pero también le advirtió que asumiría las consecuencias entregándose a la luz del día. En medio de la confusión, Colin se vio obligado a guardar silencio sobre el asesinato, sellando un pacto de secreto con Edwin. A medida que una sonrisa dulce pero inquietante se dibujaba en el rostro de Edwin, Colin se preguntaba si realmente podía confiar en aquel hombre misterioso que ahora compartía un secreto tan oscuro con él.