Rodeada por la penumbra de la noche, Ana se encontraba sentada en el borde de su cama, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Había guardado su secreto durante tanto tiempo, pero ese momento había llegado. Con manos temblorosas, deslizó una carta cuidadosamente escrita dentro de un sobre y selló con firmeza.
"Es hora", susurró para sí misma mientras se ponía de pie y caminaba hacia la habitación de Lucía, su mejor amiga. Golpeó suavemente la puerta y esperó con el aliento contenido. Cuando Lucía abrió la puerta, Ana le entregó el sobre con una mezcla de nerviosismo y determinación en sus ojos.
"¿Qué es esto?", preguntó Lucía, con una mezcla de curiosidad y sorpresa en su voz. Ana contuvo la respiración, esperando a que su amiga leyera las palabras que tanto le había costado poner en papel.
Los ojos de Lucía recorrieron las líneas una y otra vez, su expresión pasando de la confusión a la comprensión, y finalmente, a la sorpresa. Sin decir una palabra, dejó caer la carta y tomó a Ana en sus brazos, con lágrimas en los ojos.
"Siempre supe que algo había entre nosotras", murmuró Lucía, su voz llena de emoción. "Y ahora que lo sé, no quiero dejar que nada nos separe".
El corazón de Ana se llenó de alegría y alivio al escuchar esas palabras, sabiendo que su amor por Lucía finalmente había sido correspondido. En ese momento, en la calma de la noche, dos amigas se convirtieron en algo más, sellando su destino con un beso tierno pero apasionado. El comienzo de una nueva historia de amor que había estado esperando para ser contada.