En una noche oscura y tormentosa, el viento soplaba con furia en la isla del acantilado. Samwol caminaba por la playa, recordando los rumores que rodeaban a Hwan, el hombre desterrado. Un susurro malicioso sugería que había cometido pecados atroces, manchando su nombre para siempre.
Decidida a descubrir la verdad, Samwol se acercó al borde del acantilado, donde encontró a Hwan de pie, mirando fijamente la luna llena que brillaba en lo alto. Su mirada era melancólica, pero a la vez llena de determinación.
—Hwan, ¿es cierto lo que dicen de ti? —preguntó Samwol con voz temblorosa.
Hwan se giró lentamente hacia ella, revelando una mezcla de dolor y anhelo en sus ojos.
—No todo lo que se dice es cierto, Samwol. Hay secretos que la gente prefiere no ver. —susurró Hwan, acercándose a ella con paso vacilante.
Samwol sintió su corazón latir con fuerza en su pecho. Había algo en la mirada de Hwan que la intrigaba, algo que despertaba una chispa de esperanza en su interior.
—Entonces, permíteme conocerte de verdad, Hwan. Permíteme ver más allá de los rumores y descubrir al hombre que yace en lo más profundo de tu ser.
Una mirada de gratitud cruzó el rostro de Hwan antes de que una sombra de dolor lo cubriera nuevamente. Samwol sabía que su viaje apenas comenzaba, pero estaba dispuesta a llegar hasta el final, sin importar cuán oscuro fuera el camino que tenían por delante.