En un día soleado en Konoha, Sakura se encontraba lavando su ropa interior en el río cuando de repente, una brisa maliciosa la sorprendió, levantando sus braguitas blancas y haciéndolas volar hacia Sasuke, quien casualmente pasaba por allí. Con gesto serio, Sasuke atrapó las braguitas en el aire, pero su rostro se tiñó de un intenso rubor al darse cuenta de lo que acababa de hacer.
Sakura, avergonzada y furiosa, corrió hacia él exigiendo una explicación. Entre titubeos, Sasuke balbuceó una disculpa y trató de explicar que todo fue un accidente. Sin embargo, algo en la mirada de Sakura revelaba que no le creía del todo.
Mientras intentaba deshacer el malentendido, Sasuke luchaba por contener la risa nerviosa que amenazaba con escapar de sus labios. Finalmente, Sakura tomó de vuelta sus braguitas con un gesto brusco, pero en su mirada se dibujaba una chispa de complicidad.
Desde aquel día, un secreto divertido y vergonzoso unía a Sakura y Sasuke, aunque ninguno de los dos se atrevía a mencionarlo en voz alta. Y si alguien le preguntaba a Sasuke qué había pasado realmente, él sólo gruñía y repetía una y otra vez: ¡Eran blancas, de algodón, y que no las miró a propósito!