En un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad, vivían dos niños, Lucía y Juan, quienes eran vecinos desde que tenían uso de razón. A pesar de estar juntos desde la infancia, siempre se mostraban como grandes rivales, compitiendo en todo lo que podían imaginar. Sin embargo, detrás de esa fachada de enfrentamientos constantes, se escondía una amistad sólida y un cariño sincero que ninguno se atrevía a admitir.
Un día, durante una excursión al bosque cercano, Lucía y Juan se separaron del grupo sin darse cuenta. La tarde cayó rápidamente y una densa niebla cubrió el camino de regreso. La desesperación los invadió al comprender que estaban perdidos en medio del bosque. En ese momento, las risas y las bromas dieron paso al miedo y la incertidumbre.
Con el correr de las horas, la noche los envolvió por completo, sumiendo a los niños en un silencio incómodo. Fue entonces cuando, en un acto de valentía y vulnerabilidad, Lucía tomó la mano de Juan y le confesó lo importante que era para ella, rompiendo todas las barreras que los separaban. Esa noche, en medio de la oscuridad del bosque, nació un nuevo capítulo en la historia de Los dos de ese entonces.