Bajo el manto de la noche, Domino Archcarlo se adentró en el bosque sombrío, donde la luna brillaba débilmente entre las ramas retorcidas de los árboles. Conocida como la "bruja de inquisición", llevaba consigo un martillo de hierro forjado, su arma contra las fuerzas oscuras que amenazaban con desencadenar el caos en el mundo. Los susurros de los espíritus atormentados resonaban a su alrededor, advirtiéndole del peligro inminente.
De repente, una figura se alzó ante ella, una joven con ojos llenos de malicia y una sonrisa retorcida en los labios. Era una de las brujas renacidas, con el poder de controlar las sombras y convocar a las bestias de la noche. La batalla estaba por comenzar, un duelo entre la justicia y la oscuridad, entre el martillo implacable y la magia prohibida.
Domino apretó con fuerza el martillo en sus manos, su determinación inquebrantable a pesar del miedo que le inundaba. Sabía que esta noche, su destino y el de la humanidad entera pendían de un hilo. Con un grito de guerra, se lanzó al ataque, dispuesta a enfrentar a la bruja y detener la maldad que amenazaba con consumirlo todo.