Nerviosa y emocionada, Andrea se preparaba para darle un masaje a su sempai, Lucía, a quien admiraba en secreto desde hacía mucho tiempo. Mientras las suaves manos de Andrea recorrían la espalda de Lucía, esta última cerró los ojos y se dejó llevar por el placer. De repente, Andrea sintió un nudo en la garganta y las palabras se atascaron en su boca. ¿Debería confesar sus sentimientos en ese momento tan íntimo?
Los latidos de su corazón resonaban en sus oídos mientras luchaba entre la razón y la emoción. ¿Qué pasaría si arruinaba su amistad al revelar sus verdaderos sentimientos? Sin embargo, el deseo de sincerarse se apoderaba de ella, alimentado por la complicidad del momento y la confianza que Lucía depositaba en sus manos.
Finalmente, con un suspiro tembloroso, Andrea reunió todo su valor y susurró al oído de Lucía las palabras que había guardado en lo más profundo de su corazón. El silencio tenso se apoderó del ambiente, y por un instante, el mundo se detuvo. Pero luego, Lucía se giró lentamente hacia Andrea, con una sonrisa tierna en los labios, y sus ojos se encontraron en un instante de complicidad que selló un nuevo comienzo para ambas.