Bajo el cielo estrellado de Neverland, Mia se encontraba perdida en sus pensamientos, observando las luces parpadeantes que brillaban en la oscuridad de la noche. Su mirada estaba llena de melancolía, como si buscara respuestas a preguntas que ni siquiera sabía formular.
Repentinamente, un ruido la sacó de su ensoñación. Se giró rápidamente para descubrir a un joven de cabello oscuro parado frente a ella. Joma, así se llamaba. Sus ojos brillaban con una intensidad misteriosa, como si guardaran secretos insondables. Sin mediar palabra, extendió la mano hacia Mia, como si supiera que ella necesitaba ser rescatada de la soledad que la consumía.
Mia sintió una fuerza magnética que la impulsaba a seguir a Joma, a adentrarse en lo desconocido sin pensarlo dos veces. Sin embargo, algo en su interior le advertía de los peligros que les aguardaban en ese viaje juntos. Aun así, la curiosidad y el anhelo de emoción la empujaron a agarrar la mano de Joma y dejarse llevar por el destino incierto que les esperaba en lo más profundo de Neverland.