En el sórdido corazón de la ciudad, en la misteriosa Calle Slum, se alzaba la figura del Necromancer. Retorcido por el dolor y la soledad, poseía el poder de devolver a la vida a los seres queridos, a un precio muy alto. Su mirada fría y sus labios en una sonrisa siniestra te hipnotizaban, susurrando promesas de resurrección a cambio de tu alma.
Era una tarde gris cuando Eva, desgarrada por la pérdida de su hermana, cruzó el umbral de la morada del Necromancer. La habitación estaba llena de sombras danzantes y el aire olía a muerte y desesperación. Con un nudo en la garganta, firmó el contrato con sangre, sellando su destino con el oscuro ser.
Poco a poco, Eva se vio envuelta en una espiral de vida y muerte, donde las fronteras entre lo real y lo sobrenatural se desdibujaban. Cada resurrección tenía un precio más alto, cada regreso de un ser querido traía consigo una verdad dolorosa. Enfrentada a sus propios demonios, Eva debía descubrir la terrible verdad detrás de los poderes del Necromancer antes de que fuera demasiado tarde, antes de que su alma quedara atrapada en la oscuridad para siempre.