Bajo el oscuro manto de la noche eterna, Choko y Ryuza se adentraban en lo desconocido, en busca de respuestas que parecían perdidas en el remolino del olvido. La niña muda con ojos de esmeralda cargaba en su mirada la pesada carga de la amnesia, mientras que el guerrero sombrío, protegiendo su frágil figura, ocultaba en su pecho un pasado atormentado.
En medio de un universo desgarrado por el dolor y la desolación, donde cada lágrima vertida se convertía en un arma letal, su destino se entretejía en un baile de sombras y susurros. Pero, ¿qué secretos guardaba la sonrisa melancólica de Choko? ¿Y qué oscuros designios aguardaban a Ryuza en las profundidades de su alma atormentada?
Mientras avanzaban entre ruinas de una ciudad olvidada, un eco lejano susurraba el nombre de la verdad perdida. En ese instante, en el límite entre la esperanza y el abismo, un destello de luz iluminó sus corazones entrelazados, revelando un camino de redención y perdón. Y en ese instante, en el umbral de la eternidad, el destino les mostró que, quizás, la felicidad podía abrirse paso a través de las lágrimas del olvido.