Bajo la luz tenue de la luna, Iku se quedó parada en el balcón, observando la ciudad dormida extendiéndose ante sus ojos. El silencio de la noche era interrumpido solo por el suave murmullo del viento y el latido acelerado de su corazón. Sus pensamientos vagaban hacia Non, su amigo de la infancia y vecino. La brecha de siete años entre ellos parecía insignificante en comparación con la intensidad de sus emociones.
Non, por otro lado, se encontraba en su habitación, con la mirada perdida en la oscuridad. Sentimientos encontrados lo consumían: el deseo de conservar la relación tal como estaba, confortable y familiar, y la urgencia de escapar hacia lo desconocido, en busca de su propia identidad. El dilema lo mantenía en vilo, sin encontrar una solución clara.
El destino de ambos estaba entrelazado en un juego de dualidades, donde el amor y la amistad se confundían, creando un laberinto emocional del que no sabían cómo salir. Las estrellas parecían brillar con una luz diferente aquella noche, como si anunciaran un giro inesperado en el camino de Iku y Non. ¿Serían capaces de enfrentar sus miedos y seguir adelante juntos, o se verían arrastrados por la corriente de sus propias dudas y deseos?