En medio de la cocina, con el aroma a mantequilla flotando en el aire, sus miradas se encontraron. Él levantó la cuchara con la crema dorada y una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios. "¿Quieres probar?", susurró con voz ronca.
Sus corazones latían al unísono mientras se acercaban lentamente, el dulce tentador de la mantequilla los envolvía en un juego de seducción. Sus labios se encontraron, el sabor salado de la mantequilla despertando sensaciones desconocidas.
Los dedos se deslizaron por la piel cálida, dejando un rastro brillante a su paso. "¿Quieres lamerlo más rápido?", su voz era un susurro entre jadeos, la pasión ardiendo en sus ojos. Se entregaron al deseo, cubiertos de mantequilla, explorando cada rincón con avidez.
El placer los consumía, cada lamida, cada suspiro los acercaba más al borde del éxtasis. No querían detenerse, no podían resistirse a la tentación prohibida. En medio de la cocina, bajo la luz tenue, se perdieron en un torbellino de sensaciones, donde la mantequilla se convirtió en el símbolo de su deseo desenfrenado.