El viento soplaba fuerte aquella noche en el País de Nunca Jamás, trayendo consigo un aura de misterio y peligro. Peter Pan, el eterno niño que nunca crece, caminaba silenciosamente por los oscuros bosques, con una mirada fría y despiadada en sus ojos. Las leyendas decían que si eras un chico malo, debías temer a Peter Pan, pues él era el guardián de la justicia en aquellas tierras fantásticas.
Los habitantes de Nunca Jamás susurraban entre ellos, contando historias de chicos malos que habían desaparecido misteriosamente, llevados por la sombra de Peter Pan. Nadie se atrevía a desafiarlo, nadie osaba cruzar su camino si tenía el más mínimo pecado en el corazón.
Una noche, un grupo de chicos malos decidió burlarse de Peter Pan, desafiándolo a un juego peligroso. Pero lo que no sabían era que Peter Pan no era solo un niño travieso, sino un ser temible, capaz de desatar todo el horror y la oscuridad que habitaba en su interior.
Cuando la luna llena iluminaba el cielo, los gritos de los chicos malos resonaban en toda la isla, y el brillo malévolo en los ojos de Peter Pan revelaba su verdadera naturaleza. Aquella noche, la justicia de Nunca Jamás cobraría su precio, y nadie escaparía de las garras de Peter Pan. ¿Acabarían los chicos malos pagando por sus pecados, o el eterno niño los condenaría a un destino aún más oscuro?