El viento soplaba fuerte aquella tarde, agitando las llamas de las antorchas que iluminaban el campamento de Ragna y Leo. Ragna, con la mirada perdida en el horizonte, parecía sumido en sus pensamientos, cada vez más atormentado por las visiones que lo acosaban. Leo, siempre alerta, notó la perturbación en su compañero y se acercó a él con gesto preocupado.
"Ragna, ¿qué te sucede? Has estado muy callado últimamente", preguntó Leo con voz suave, pero firme.
Ragna no respondió de inmediato, como si luchara internamente consigo mismo. Finalmente, con los ojos cargados de preocupación, confesó a Leo sobre las visiones del futuro que lo estaban atormentando. Visiones que parecían anunciar un destino catastrófico, un giro oscuro en el camino que habían emprendido juntos.
Leo escuchaba en silencio, sus ojos azules reflejando la determinación y valentía que la caracterizaban. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, una semilla de duda comenzaba a germinar. ¿Podrían enfrentar juntos lo que el destino les deparaba? ¿O acaso las visiones de Ragna marcarían el inicio de su perdición?
Mientras el fuego crepitaba en la oscuridad de la noche, una sombra se cernía sobre los cazadores de dragones, desatando una tormenta de incertidumbre y peligro que pondría a prueba su vínculo y su valentía como nunca antes.