En un pequeño pueblo donde la lluvia era constante, Aya-shin caminaba con la mirada perdida en el horizonte. Su rostro sereno escondía un pasado oscuro que la atormentaba cada vez que las gotas caían del cielo. Un día, un incidente en su trabajo le había arrebatado la sonrisa, sembrando en su corazón un profundo odio hacia la lluvia que no podía controlar.
Las calles mojadas resonaban con el eco de sus pasos, mientras sus ojos reflejaban la tormenta interna que la consumía. Nadie en el pueblo sabía la verdad detrás de la máscara de fortaleza que ella mostraba al mundo, ni siquiera ese joven misterioso que siempre la observaba desde lejos.
Pero una tarde, cuando el cielo se oscureció aún más y el trueno retumbó en la distancia, Aya-shin se encontró cara a cara con su pasado. Aquel joven, cuyos ojos reflejaban una comprensión inesperada, se acercó a ella sin decir una palabra. Fue en ese preciso instante, con la lluvia golpeando con furia el suelo, que Aya-shin supo que su vida estaba a punto de dar un giro inesperado.