Bajo la luz pálida de la luna, Chiyuki y Tōya se encontraban cara a cara en medio de un bosque oscuro y silencioso. A pesar de la diferencia entre sus edades y naturalezas, sus destinos estaban entrelazados de una manera inesperada. Chiyuki, con su corazón frágil y su esperanza infinita, se acercó lentamente a Tōya, el vampiro atormentado por una eternidad que no deseaba.
"Por favor, Tōya, hazme tu compañera", murmuró Chiyuki con voz temblorosa, con los ojos llenos de determinación y miedo.
Tōya la miró con una mezcla de sorpresa y angustia en sus ojos centelleantes. ¿Podría él aceptar este sacrificio? ¿Podría traerse a sí mismo a querer compartir su vida, su sangre, con esta valiente humana que estaba dispuesta a darlo todo por él?
El viento soplaba suavemente entre los árboles, como suspiros de antiguos amantes del pasado. En ese momento, Tōya tomó la mano de Chiyuki entre las suyas frías y susurró: "Acepto, pero no por amor a la sangre, sino por amor a ti, Chiyuki. Juntos encontraremos la luz en nuestra oscuridad".
Y así, un pacto se selló bajo la luz de la luna, uniendo a un vampiro y a una humana en un destino incierto pero lleno de promesas y esperanzas. ¿Qué peligros les esperaban más allá de la noche? ¿Podría el amor verdadero vencer a la eternidad misma?