En un día soleado de primavera, dos almas vagaban por el campo, buscando su próximo destino. El niño, con ojos llenos de inocencia, miraba con curiosidad a la niña a su lado. Ella, con una mirada serena pero melancólica, parecía cargar con el peso de incontables vidas pasadas en sus hombros.
A medida que caminaban, un remolino de pétalos de cerezo danzaba a su alrededor, envolviéndolos en una luz cálida y reconfortante. Fue entonces cuando el niño habló con una voz suave pero llena de determinación: "Creo que nos estamos acercando a nuestro destino, ¿estás lista para lo que viene?"
La niña asintió con solemnidad, sus ojos brillaban con una mezcla de esperanza y resignación. Ambos sabían que su próxima vida les deparaba desafíos y alegrías, penas y triunfos. Pero también sabían que juntos podrían superar cualquier adversidad, porque su conexión trascendía el tiempo y el espacio.
Y así, unidos por un lazo eterno, se adentraron en el misterioso torbellino de la reencarnación, listos para enfrentar su destino con valentía y amor.