Bajo la luz plateada de la luna, Yuzuki se deslizó silenciosamente por los pasillos de la escuela, con su larga capa negra ondeando detrás de ella. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba a su objetivo final: el alma de su compañero de clase, Hiroshi.
Hiroshi era un joven apuesto y amable, ajeno al peligro que se cernía sobre él. Yuzuki sabía que debía hechizarlo con su canto antes de llevarse su alma al reino de los shinigamis. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de Hiroshi, su mano temblando ligeramente. Sabía que una vez que comenzara a cantar, no habría vuelta atrás.
Con voz suave y melodiosa, Yuzuki comenzó a entonar una antigua canción de su clan, llena de poder y magia. Hiroshi despertó de su sueño y la miró con ojos confundidos, sintiendo una atracción inexplicable hacia ella. Era como si su voz lo hipnotizara, atrayéndolo hacia ella como un imán.
Pero justo cuando Yuzuki estaba a punto de completar su hechizo, algo inesperado sucedió. Hiroshi, luchando contra la magia que lo envolvía, tomó la mano de Yuzuki y miró profundamente a sus ojos. En ese momento, ella vio la verdad en su mirada, la sinceridad de sus sentimientos. Yuzuki se dio cuenta de que ya no podía llevarse su alma, no cuando su corazón latía tan fuerte por él.
El destino de Yuzuki y Hiroshi estaba sellado en ese momento, en un giro inesperado de los acontecimientos. ¿Podría el amor romper las barreras entre los vivos y los muertos? ¿O estaban condenados a un destino trágico y separados por la eternidad?