En un día soleado en el campus, todo parecía estar en paz para Carlos. Su sonrisa perfecta y su cabello siempre bien peinado lo convertían en el centro de atención donde quiera que fuera. Sin embargo, su entretenimiento favorito era molestar a Kishi, un chico tímido y torpe que compartía su Seminario. Aunque para muchos era solo un juego inocente, Carlos sabía que algo se removía en su interior cada vez que veía la mirada perdida de Kishi.
Un día, después de una de sus típicas bromas, Kishi se acercó a Carlos con determinación en sus ojos. "¿Por qué siempre me haces esto?", murmuró con voz temblorosa. Carlos, sorprendido por la valentía repentina de Kishi, no pudo evitar notar la mezcla de dolor y tristeza en sus ojos. En ese momento, algo dentro de Carlos cambió. Comprendió que sus actos no eran solo juegos inocentes, sino una máscara para ocultar sus propias inseguridades.
A medida que su relación con Kishi evolucionaba, Carlos se dio cuenta de que la vida perfecta que había construido para sí mismo estaba lejos de ser real. En medio de risas, lágrimas y momentos incómodos, ambos descubrieron que la verdadera belleza yace en la aceptación de uno mismo y en encontrar el amor donde menos se espera. Juntos, enfrentarían desafíos inesperados y aprenderían que la verdadera felicidad radica en la conexión genuina con los demás.