El viento soplaba suavemente aquella tarde en la mansión abandonada de los Montesco. Los jardines, una vez llenos de vida y belleza, ahora yacían en decadencia, reflejando la tristeza que envolvía la casa. En una habitación olvidada, cubierta de polvo y sombras, se encontraba una antigua carta amarillenta. Con manos temblorosas, Isabella rompió el sello de cera y comenzó a leer.
"Querida Isabella, si estás leyendo estas líneas, es porque el destino ha querido que nuestras almas se reencuentren en esta vida. Recuerda aquel día en el jardín, bajo el rosal de rosas rojas, donde juramos amarnos por toda la eternidad. Sabes que mi corazón nunca ha dejado de latir por ti, incluso en la oscuridad de la separación. Te ruego, ven a mí, rompe esta maldición que nos separa y juntos podremos desafiar al tiempo y al destino. Si mi amor es sincero, ven a la mansión al anochecer, el lugar donde nuestra historia comenzó y donde nuestro amor renacerá. Con cariño eterno, tu amante perdido, Alejandro."
El corazón de Isabella latía con fuerza ante las palabras de la carta. ¿Sería posible que Alejandro siguiera vivo después de todos estos años? ¿Podría el amor romper las barreras del tiempo y el espacio? Con determinación en los ojos, Isabella se vistió con su vestido más hermoso y se dirigió hacia la mansión al caer la noche, lista para enfrentar su destino y descubrir la verdad que se escondía detrás de la misteriosa carta.