En el torneo de ping-pong de la escuela, Ujeong se enfrentaba a Youngwoong en la final. La tensión era palpable en el ambiente, ambos concentrados en la mesa, sus miradas chocando en silenciosa rivalidad. Ujeong recordaba el día de graduación, cuando confesó sus sentimientos y fue rechazado por Youngwoong.
Mientras la pelota volaba de un lado a otro con rapidez, Ujeong se obligaba a mantener la compostura. Sabía que esta era su oportunidad de mostrarle a Youngwoong su verdadero valor, no solo como jugador de ping-pong, sino como persona. Los recuerdos de su amistad perdida lo inspiraban a superarse a sí mismo, a no rendirse ante la adversidad.
Pero justo cuando parecía que Ujeong estaba a punto de ganar el punto decisivo, un grupo de matones irrumpió en la sala, listos para arruinarlo todo. Youngwoong, viendo la determinación en los ojos de Ujeong, decidió actuar. Con valentía, se enfrentó a los matones, recordando la amistad que una vez compartieron.
En medio del caos, Ujeong y Youngwoong se encontraron de nuevo, unidos por la pasión por el ping-pong y una historia de amor no resuelta. Juntos, lucharon contra los obstáculos que se interponían en su camino hacia la victoria, demostrando que el verdadero coraje radica en enfrentar los desafíos con el corazón abierto.