Tras una agotadora batalla, Raphtalia se encontraba de rodillas, con su espada empapada en sangre en una mano y su corazón palpitando con fuerza en su pecho. Sus ojos reflejaban determinación y agotamiento a partes iguales, recordando cada cicatriz que había acumulado en su alma durante su viaje junto al Héroe del Escudo. Sin embargo, en medio del caos y la destrucción a su alrededor, una figura enmascarada emergió de las sombras, con una sonrisa siniestra y una mirada fría que heló la sangre de Raphtalia. Sin necesidad de palabras, ambos guerreros entendieron que su próximo enfrentamiento sería el más desafiante hasta ahora, poniendo a prueba no solo sus habilidades de combate, sino también sus convicciones y lealtades. En medio de la oscuridad que amenazaba con consumirlos, Raphtalia se aferró a la promesa de proteger a su héroe, enfrentando su destino con valentía y determinación.