Bajo el cielo estrellado, la oscuridad envolvía la ciudad mientras el Emperador Celestial, conocido por su fuerza y sabiduría, regresaba a la era de la escuela secundaria. Sin embargo, esta vez, algo era diferente: dentro de él, más de un dragón dormía, aguardando su despertar. Ante las miradas de sorpresa y temor, el Emperador enfrentó una encrucijada: ¿seguiría el mismo camino de sumisión y obediencia de su vida pasada, o se alzaría como un verdadero soberano?
Enfrentando la intimidación y el desafío, una chispa de determinación se encendió en su mirada. En su ser resonaba una sola verdad: él era el gobernante de la ciudad, el dueño de su destino. Decidió entonces levantarse, desafiando a aquellos que se atrevían a desafiar su reinado, y con cada paso, la ciudad temblaba bajo su poder.
Entre intrigas, traiciones y alianzas inesperadas, el Emperador luchaba por imponer su voluntad en un mundo que nunca olvidaría. En su corazón ardía una llama indomable: ¡él era el rey! Y no había fuerza en este mundo capaz de doblegar su voluntad.