Bajo el manto de un sol enrojecido que apenas lograba filtrarse entre las nubes de ceniza, Bai Yi se afanaba por salvar vidas en un mundo desgarrado por la violencia y la desesperación. Como un doctor sin batas blancas ni estetoscopio, se enfrentaba a la brutal realidad: en aquel lugar inhóspito, los poderes especiales surgían de la sangre derramada.
Un día, un niño herido llegó a su puerta, con ojos que reflejaban un sufrimiento más allá de lo físico. Bai Yi sabía que su deber era sanar, mas conforme las vendas cubrían las heridas, descubrió que la verdadera batalla yacía en el alma del pequeño. Entre lágrimas silenciosas y susurros llenos de miedo, el niño reveló una verdad devastadora: en este mundo sin ley, la justicia y el mal eran meras sombras danzando en una danza infernal.
Atormentado por la revelación, Bai Yi se encontró en una encrucijada moral. ¿Podría seguir creyendo en su propósito de sanar, en un mundo donde los límites entre héroe y villano se desdibujaban hasta desaparecer por completo? Con el corazón lleno de dudas y la mente avivada por la incertidumbre, el doctor se preparó para una jornada que no solo pondría a prueba sus habilidades médicas, sino también su fe en la humanidad.
En medio de la oscuridad que amenazaba con devorar todo a su paso, Bai Yi comprendió que su verdadero poder no residía en las manos que curaban cuerpos heridos, sino en la determinación de mantener viva la llama de la esperanza en un mundo que parecía condenado a la eterna sombra.