Maya estaba profundamente concentrada en su ritual mágico cuando de repente escuchó un ruido extraño en su habitación. Intrigada, levantó la mirada y vio a una lechuza posada en su ventana, con sus ojos grandes y brillantes fijos en ella. "¿Qué haces aquí, amiga nocturna?", murmuró Maya, sintiendo una extraña conexión con el ave.
Sin embargo, lo que no sabía Maya era que esa lechuza era mucho más que un simple animal. Pronto descubriría que la lechuza era un ser mágico con la capacidad de conceder deseos, pero a un alto precio. La lechuza habló con una voz suave pero llena de misterio, ofreciéndole a Maya la posibilidad de cumplir cualquier deseo a cambio de algo muy preciado para ella.
En ese momento, Maya se debatió entre la emoción de poder cumplir sus sueños más profundos y el miedo a las consecuencias desconocidas. Mientras tanto, Mameyama estaba al otro lado de la línea, sin saber que su amiga se encontraba en medio de una encrucijada mágica. La noche prometía ser llena de revelaciones y decisiones difíciles para Maya, la bruja nocturna.