En medio de la noche, John Elgandine se deslizaba sigilosamente por los oscuros callejones de la ciudad, con su capa plateada ondeando detrás de él. Su próxima parada: el museo de arte, donde se rumoreaba que una de las trece Piedras Demoníacas estaba resguardada. Mientras se acercaba a la ventana, una sombra ágil y astuta se le adelantó.
Lu Laure, conocida por su destreza en el arte del engaño, ya se encontraba dentro del museo, un brillo travieso en sus ojos mientras se abalanzaba hacia la preciada piedra. John frunció el ceño, sorprendido por la presencia de otra persona en su santuario secreto.
Entre chispas de rivalidad y desconfianza, ambos ladrones se vieron obligados a unir fuerzas cuando las alarmas del museo comenzaron a sonar estridentemente. Con un intercambio de miradas cargadas de duda y determinación, John y Lu se lanzaron juntos en una carrera frenética para escapar con la Piedra Demoníaca, sin saber que su destino estaba entrelazado de una manera que nunca hubieran imaginado.